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La relación con la Fundación Crecer en Paz empezó con desconfianza, por las diferencias culturales que hay entre cachacos y costeños. Pero en estos años de camino nuestra relación cambió, y nuestra vida también: comenzamos a recibir y a administrar un sueldo, recuperamos nuestro sentido de pertenencia, aumentamos nuestra disciplina, y mejoramos la calidad de vida de nuestras familias. Hoy decimos con orgullo que, más que campesinos, somos empresarios del campo gracias a este proyecto de asociatividad”.