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El bosque sabrá volver

Los Montes de María tienen en su territorio uno de los ecosistemas más escasos en el mundo: el bosque seco tropical. Se trata de una espesura con niveles extraordinarios de biodiversidad en fauna y flora porque las especies que lo habitan se acostumbraron a condiciones de estrés hídrico. Es decir que la escasez de agua, culpa de la ausencia de lluvias y de las temperaturas altas, ha producido una maravilla natural: la aparición de especies que no se dan en ningún otro lugar del planeta. A pesar del endemismo, el bosque seco tropical es también uno de los ecosistemas más amenazados y menos protegidos en Colombia.

La mayor parte de bosque seco tropical está en la región Caribe, sin embargo, de acuerdo con el Instituto Humboldt, este ecosistema, que cubría originalmente más de nueve millones de hectáreas en el país, ahora sólo está presente en 720.000 hectáreas, apenas 8% de lo que había, principalmente, por la ganadería extensiva y la agricultura con malas prácticas ambientales. Tampoco ayuda que apenas 5% de los bosques secos tropicales del país hace parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Una respuesta a esa realidad surgió en El Raizal, un corregimiento de El Carmen de Bolívar ubicado en el corazón del bosque seco tropical montemariano.

En ese lugar nació Promotores Ambientales Montemarianos, una asociación de campesinos que se creó en 2019 con el apoyo de la Fundación Crecer en Paz, que les entregó en comodato 40 hectáreas de tierra para su administración y que los acompaña en el desarrollo de un proyecto productivo estable, con la perspectiva de hacerse a la propiedad de la tierra, en lo cual se avanza en la actualidad. Allí se promueve la protección del ecosistema, la apicultura y la agricultura responsable, tres propósitos que, alineados, pueden representar un camino a la recuperación del bosque seco tropical en Colombia, a la vez que se dignifica la labor campesina, se construye paz, se aporta a la superación de la pobreza y se garantiza bienestar a la población del campo, especialmente a las mujeres en la ruralidad del país.

Sandra Marcela Vargas es una de las seis mujeres que conforman esta asociación integrada por 26 familias campesinas. Dice que prefiere enfrentarse a un enjambre de abejas que a una audiencia; se le dificulta hablar en público, pero sin ningún temor extrae miel de colmenas defendidas por miles de abejas. Sandra es capaz, sin temor alguno y contrario a lo que haría cualquiera de sus compañeros, de quitarse un guante de su equipo especial si es necesario para completar una labor dentro de los apiarios de la Asociación. Múltiples picaduras de abejas podrían ser letales, pero ella desarrolló con los años una suerte de inmunidad al veneno de los aguijones.

“Al principio me picaban en un dedo y se me hinchaba todo el brazo, y hay gente con la que hay que salir corriendo para un hospital. Ahora no me pasa nada cuando me pican, una ronchita normal y ya. Por eso amo las abejas, me adapté a ellas y me han cambiado la vida a mí y a las mujeres que trabajamos aquí, que lo hacemos incluso mejor que los hombres y ya no tenemos el rol tradicional de cuidar la casa y hacer sus quehaceres, sino que ganamos un sustento que nos da dignidad”, explica Sandra, convencida de que su trabajo con las abejas no sólo transforma la vida de los asociados, sino del ecosistema: “Por eso nos llamamos Promotores Ambientales, porque queremos proteger nuestro bosque seco tropical, que no existiría sin la abejas”.

Se calcula que más de la mitad de las plantas de los bosques secos tropicales están polinizadas por abejas, por lo cual son fundamentales en el mantenimiento y recuperación de estos ecosistemas, aunque no sólo tienen un rol ambiental: también polinizan cultivos agrícolas. Promotores Ambientales, por ejemplo, tiene un apiario de cuarenta colmenas que polinizan las plantaciones de aguacate de Agroesmeralda, otra de las asociaciones campesinas de la región. En los Montes de María, la asociatividad es una filosofía que enseña hermandad, desarrollo colectivo y que construye paz.

Elías Rodriguez, asociado de Promotores Ambientales, coincide con Sandra. Dice que las mujeres tienen un carácter especial y más capacidad que los hombres para desenvolverse en los apiarios, por lo que cumplen una labor fundamental dentro de la asociación y su tenacidad ha sido fundamental para mejorar la producción.

“Hemos tenido un proceso de cuatro años de producción de miel de buena calidad, tanto así que comercializamos nuestra miel en todo el país y tenemos relacionamiento con Crepes & Waffles, y ahora viene también Nutresa, estamos en conversaciones con ellos y recibiendo visitas y capacitaciones. El sueño de nosotros es crecer en la producción apícola, vender productos y subproductos de la miel suave y agradable al paladar que sale de estas colmenas”, asegura Elías, quien se preparó como técnico apícola hace siete años con el apoyo de la Fundación Crecer en Paz y entiende el delicado equilibrio en cadena de los ecosistemas que mantienen vivas a las abejas, a los bosques, a los cultivos, a las personas.

El bosque seco tropical es un solo organismo inteligente, se adapta al déficit de agua con la pérdida de hojas de los árboles durante la sequía. Los seres vivos que lo habitan se transforman para la supervivencia: en los bosques colombianos hay cerca de 2.600 especies de plantas, 83 de ellas endémicas; 230 especies de aves, de las que 33 son endémicas, y 60 especies de mamíferos, de las que tres son endémicas. Pero lo más sorprendente es que con absoluta bondad integra a las comunidades humanas a sus ciclos, y hace regulación hídrica para garantizar agua y nutrientes a los reservorios de los cultivos, fortalece los suelos y previene derrumbes, y captura carbono para regular el clima.

La misión de Promotores Ambientales es justamente integrarse y convivir en armonía con el bosque seco tropical, es por eso por lo que, en las 40 hectáreas que tienen, está prohibido el uso de agroquímicos que podrían matar a insectos y animales de la zona, incluidas las abejas. Tampoco se permite la tala de árboles ni la quema de bosque o madera. Además, han destinado 15 hectáreas a una reserva natural para conservar el bosque.

Sandra dice que está agradecida con el bosque, con las abejas, con la Fundación y con sus compañeros campesinos, que han construido colectivamente una nueva visión para los Montes de María: “Tenemos mujeres con nuevos roles en nuestra comunidad, hemos entendido la importancia de proteger nuestro bosque seco tropical, aprendimos a producir de una forma asociativa, beneficiándonos todos y sin afectar al medio ambiente. Este es el verdadero desarrollo”.

Los Montes de María, de acuerdo con el Instituto Humboldt, es quizás la región que contó con mayor extensión de bosque seco tropical en el país y, probablemente, donde estos bosques alcanzaron su mayor exuberancia. Con el tiempo, el bosque se ha venido recuperando y demostró que sus suelos, derivados de arcillolitas y calcáreos de origen marino, son extraordinariamente fértiles y que podrán seguir ese proceso. La resiliencia del bosque seco tropical y la asociatividad de las comunidades campesinas son el indicio de que la naturaleza también sabrá retornar.

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